martes, 15 de julio de 2008



Han pasado tantas cosas en tan poco tiempo que no sé ni por donde empezar. Supongo que por el principio. Los primeros recuerdos que tengo de Lucas son los de mis cumpleaños.


Por aquél entonces yo era una niña tímida, y él…un policía repeinado!. Con cara de niño bueno, que me cogía en brazos cada vez que me veía. Era una especie de primo mayor. Y supongo que con 7 años, yo ya estaba todo lo enamorada que se puede estar de alguien de tu propia familia. Siete años más tarde el primo mayor se casó con la tía Silvia, y se convirtió en el…TITO LUCAS. Y yo, pasé de ser una niña tímida, a niña rebelde. Con 14 años me fugué por primera vez de mi casa, mientras el matrimonio de Lucas empezaba a resquebrajarse. Pero lo más importante de aquellos años, es que poco a poco dejé de ver a Lucas como mi tío. Y eso…ocurrió en su cama. Y así fue como Lucas empezó a llevar a su sobrina al cole. Pero la verdad es que yo ya no era su sobrina…A partir de ese momento, empecé a jugar con él. Fue un acoso y derribo! Le provocaba continuamente, le ponía en aprietos, y me encantaba verle descolocado a pesar del riesgo que corría. A pesar de todo, Lucas mantenía la guardia. Parecía no enterarse de nada, o más bien…no quería enterarse. Así que decidí pasar a la acción y contárselo todo. Muy pronto encontré la manera de interesarle. Me enteré de que Lucas estaba investigando un caso de carreras ilegales. Entonces conocí al cabecilla de la banda, me fui con él una noche a las carreras, me subí en un coche kamikaze y llamé a Lucas. Sabía que poniéndome en peligro, él vendría a buscarme. Y eso fue lo que hice. Esperar. Esperar…hasta que un día, cuando Lucas pasaba por un mal bache…Sentí que por primera vez, Lucas se dejaba llevar, que empezaba a ser sincero conmigo y que dejaba de estar a cien mil años luz de mí. Entonces supe que por muy fuerte que fuera Lucas, podría claudicar y que, tarde o temprano, estaríamos juntos. Pero aquella felicidad duró muy poco. Muy pronto mi padre, mi madre y todos los demás empezaron a hacer un ruido ensordecedor alrededor nuestro. Todo empezaba a parecer imposible. A pesar de todo decidí hacerme las fotos, obsesionada en demostrarle que ya no era una niña. Que la Sara con acné y posters en las paredes había crecido, y que sabía lo que quería. Se las envié para que las viera, con tan mala pata que acabaron en manos de la última persona que quería que las viese: mi padre. Lucas se alejó de mí, y sin quererlo, le mandé directo a los brazos de mi tía Silvia. Esto me abrió los ojos, y me di cuenta de que ni siquiera Lucas es capaz de pelear 24 horas al día contra lo que siente, contra lo que quiere. Yo intentaba no perder la esperanza. Había conseguido lo más difícil, que Lucas dejase de verme como a una niña. Pero cada día aparecían obstáculos nuevos…Y Lucas no iba a arriesgarse a dar el primer paso. Así que…si él no lo hacía, lo haría yo. Lucas iba a reaccionar aunque fuese a la fuerza. Entonces Lucas hizo lo que mejor sabe hacer. Apretar los dientes y tirar para adelante. Luchó con todas sus fuerzas por intentar olvidarse de todo lo que sentía por mi. Y le sentí mas lejos que nunca. Pero investigando un caso policial con mi padre acabaron en un furgón frigorífico. Y allí, a 0º, apunto de morir le confesó a mi padre lo inconfesable. Pero lo del furgón frigorífico acabo mal, muy mal. A Lucas le pegaron un tiro por salvarle la vida a mi padre, y estuvo a punto de morir. Pero Lucas es como el corcho, siempre flota. Y al final se recuperó. Lo que no se recuperó fue el buen rollo en la familia. Así que Lucas decidió fingir una amnesia y olvidar todo lo que habíamos vivido juntos. Pensó que era el mejor camino para no hacer daño a nadie. Así que yo también intente olvidarme de él y empecé a salir con otros chicos. Y ahí fue cuando Lucas reacciono de nuevo. Éramos como dos imanes que están condenados a atraerse, a estar juntos. Lucas me quería, y sólo era cuestión de tiempo. Y si tenía que esperar a Lucas hasta que fuese una viejita y tuviese los dientes metidos en un vaso de agua, pues le esperaría. Le esperaría siempre. Y entonces empezó nuestra historia de amor.

Un amor clandestino, con regalos, y códigos secretos que solo podíamos entender nosotros. Un amor que te traspasa la carne y te sacude por dentro. Un amor…que es el amor de tu vida. Me imagino que todo el mundo sueña con tener una historia de amor así una vez en su vida. Pero Lucas y yo no vivíamos en una burbuja, aislados. Y nuestra felicidad también tenía fecha de caducidad. Cuando cumplí 17 años, Lucas me hizo el mejor regalo. Nuestra primera noche juntos. Todo era perfecto: él, yo…una habitación de hotel y toda la noche por delante. Si hubiese un ranking de chicas felices, el nombre de Sara Miranda estaría por ahí, escrito en neones luminosos. Pero todo se torció esa mañana…Y es que hay mañanas que no deberías levantarte de la cama. Cuando empecé con Lucas ya sabía que a su lado todo era distinto, mas intenso. Mas salvaje. Pocas chicas pueden contar que en su primera cita acabaron siendo testigos de un asesinato, y en mitad de un caso de corrupción policial. Lo que ni Lucas ni yo podíamos sospechar era que una noche de amor acurrucados bajo las sábanas podía acabar con Lucas enfrentándose a la ley, a sus compañeros. Y, sobretodo…a mi padre. Y tuve que tomar la decisión mas difícil de mi vida. Y le hice mucho daño. Nunca olvidaré la mirada de mi padre.
La mirada de un padre que se da cuenta de que su hija le ha desplazado, sustituido. Pero qué podía hacer? Al otro lado me esperaba Lucas. Al otro lado me esperaba mi propia vida

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